20.5.14

El más joven, volcán Paricutín.


Un sábado, Mayo 2014.

Por fin llegó el día, el día de visitar el mítico volcán, el más joven del mundo, el único que la humanidad ha visto nacer y ha podido seguir hasta su erupción y posterior descanso, el volcán Paricutín.

Situado en el estado de Michoacán, entre el ex-poblado de San Juan Parangaricutiro (actualmente Nuevo San Juan Parangaricutiro y Angahuan, poblado desde el cual salen la mayor cantidad de visitantes para visitar ya sea el volcán o las ruinas.

¿Cómo llegar? 
Desde Uruapan, tomar la carretera hacia Capácuaro-Paracho y en la desviación, antes de llegar a Capácuaro (18km), girar hacia la izquierda con rumbo a Angahuan (19km). 

Una vez que se llega al pueblo, lo siguiente es sencillo. En la entrada suele haber gente esperando al visitante, ya sea para ofrecerle un paseo en caballo a las ruinas, al volcán o a ambos; o un guía para ir caminando al volcán. Los precios: paseo en caballo al volcán y a las ruinas: $250 pesos por caballo/persona, hay que incluir además, el caballo del guía obligatorio, otros $250 pesos. Se puede contratar el paseo solamente al volcán o solamente a las ruinas, pero desconozco los precios.

Al ser nuestro plan de viaje, como muchas veces, un tanto austero y además llevar bastante tiempo pues estaríamos dos días en el lugar, optamos por contratar a un guía que por $300 pesos nos conduciría al día siguiente hasta el volcán. 

*No se recomienda hacer la visita de forma solitaria si no se conoce el terreno.

Casi en las afueras de Angangueo, se encuentra el Centro Ecoturístico de Angahuan, un sitio nada lujoso pero con todos los servicios: baños, regaderas, zona de acampado, restaurante, museo, cabañas y trojes para pasar la noche, todo por un precio muy económico. La entrada al centro es de tan sólo $10 pesos e incluye "todo", desde baños hasta la entrada al museo con proyección incluida.

Una vez instalados y desocupados, optamos por ir caminando a las ruinas, pasar la tarde y comer ahí mismo para más tarde regresar al centro a acampar. Al siguiente día, muy temprano, iríamos con Joaquín, nuestro guía al volcán.

La caminata a las ruinas es sencilla, el camino está perfectamente señalizado, lo único malo es el paso  constante de caballos y la cortina de polvo que dejan al pasar. Se trata de una caminata corta, de aproximadamente 30-40min que llega directo a las ruinas.  Al pie de la lava ya seca, podemos encontrar varios puestos de comida y bebida donde recargar energías antes o después de la subida a la iglesia. Nada mejor que disfrutar de una buena carne asada, con nopales, quesadillas, todo recién hecho.

Antes de la erupción, en ese sitio se encontraba el poblado de San Juan Parangaricutiro, del cual solamente quedaron restos de la iglesia, todo lo demás quedó sepultado bajo la lava. De la iglesia queda nadamos que dos torres y un pequeño altar donde la gente aún lleva ofrendas. El sitio es visitado por locales, quienes a cambio de una moneda comparten la experiencia y anécdotas que sus padres y abuelos algún día también les compartieron. En algunos casos, se trata de los mismos habitantes que vivieron aquel inolvidable día en 1943. 


Desde la iglesia se observa a la distancia el imponentemente volcán, protegido por el Pico de Tancítaro. Pareciera no estar lejos, por lo que mucha gente opta erróneamente por ir directo de las ruinas al volcán. La ruta puede ser la más corta, pero sin duda no es la más sencilla. La roca volcánica  impide avanzar a buen ritmo, es bastante filosa, y además en algunos puntos son tan grandes que la única opción es escalarlas, convirtiendo lo  que pudo ser un paseo tranquilo, en un verdadero reto y con mala suerte, en algún accidente.



Desde el Centro Ecoturístico, hay varias rutas para llegar al volcán, una plana y sencilla, por la que van los caballos, y otra un poco más corta y recta, que cruza por el bosque, sube un pequeño cerro y atraviesa la lava. Ésta segunda fue la que nosotros tomamos.


Salimos a las 7:30am del centro en compañía de Joaquín, nuestro guía, para llegar en poco más de dos horas a la cumbre del volcán. A pesar de caminar durante más de una hora entre nada más que rocas, el camino no es tan complicado y poco a poco los pies se acostumbran a la inestabilidad de algunas piedras. El recorrido incluye la subida al "Sapichu" (pequeño en purhépecha), una pequeña caldera junto al Paricutín, de la cual aún emana bastante vapor de agua que impide la visibilidad más allá de 10m y crea un ambiente bastante húmedo y caliente, con un ligero olor a azufre. La gente cuenta que "aún corre lava por debajo de esas rocas".

         









                                           
                                                   Sapichu emanando vapor de agua

                                                                                                                              








La subida al Paricutín puede ser bastante cansada sobre todo al principio, donde las piedras resbalan con cada pisada, poco a poco las rocas se van haciendo más pequeñas hasta convertirse en arena, que facilita la subida.

Desde la cumbre, se observa perfectamente el escurrimiento de lava y la magnitud de la destrucción por la erupción. A lo lejos sobresalen las torres del ex-poblado de San Juan Parangaricutiro y más allá, el beneficiado pueblo de Angangueo. La vegetación poco a poco comienza a recuperar su territorio, en las laderas del volcán, algunos árboles y arbustos luchan año con año por sobrevivir a condiciones tan áridas y poco óptimas para su sobrevivencia. Joaquín reflexiona sobre el futuro del volcán, del pueblo y de la comunidad. Extranjeros llegan año con año, con ofertas millonarias para comprar terrenos adyacentes al volcán, construir centros "ecoturísticos" y crear empleos directos para toda la comunidad, afortunadamente el volcán no está en venta y su pueblo tampoco.

Vista del cráter.
Alcance de la lava.






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