6.10.13

Rincones de México. Cenote Kankirixché.

En el estado de Yucatán, en medio de la selva, lejos de las grandes ciudades, encontramos uno de los  cenotes más auténtico y hermosos. Sin turistas, sin gente que te venda recuerditos o te cobre entrada alguna por disfrutar de tan magnífico sitio: El cenote Kankirixché.



Kankirixché, cuyo nombre tiene como significado "fruta amarilla del árbol", es un cenote subterráneo de forma circular, con una entrada de luz en el centro que ilumina de forma casi mágica el interior. La profundidad del agua va desde 2 metros hasta 53 según últimas exploraciones, tiene túneles subterráneos y conexiones internas con otros cuerpos de agua pero aún así, no existe corriente alguna. Como todos los cenotes, las formaciones de estalactitas y estalagmitas iluminados por la luz que penetra desde la parte alta provocan una sensación de maravilla por lo que la naturaleza nos regala. Nadar en sus frescas y cristalinas aguas es todo un placer. Es un lugar donde tranquilamente se puede practicar el buceo sin restricción alguna más que las básicas de respeto en todo lugar.







¿Cómo llegar? A aproximadamente 50 km al sur de Mérida, yendo desde Uxmal, encontramos una desviación hacia Muna y seguimos hasta Abalá, donde encontraremos el poblado de Mukuyche, una vez estando ahí, es muy fácil llegar al cenote, basta con recorrer unos 10 minutos de terracería donde encontraremos letreros hechos por los locales. La carretera es de un solo carril, por lo que encontrarse un coche de frente puede ser bastante interesante. 




Debido a lo poco conocido del lugar, éste se ha mantenido de forma natural, lejos del bullicio de los pueblos, de la basura de los turistas y de los altos precios de los empresarios. Es uno de los pocos sitios casi vírgenes que podemos encontrar en el sureste mexicano y que espero continúen así durante muchos, muchos años más, para el disfrute tanto de la gente local como de los viajeros que gustan de estar en contacto con la naturaleza, de pasar una tarde agradable en medio de la nada, y de relajarse en las azules aguas del cenote Kankirixché.







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